Son las primeras horas de mis 39 años, horas de profunda reflexión.
Justo hace 4 semanas, alguien me dijo, “escribe tu sueño”; y se refería al sentido estricto de la palabra, de escribirlo; y después de varios años de tantas luchas ininterrumpidas; esa frase me cayó como balde de agua helada.
Es sabido públicamente, que mi primer libro “Yo Tuve un Sueño” es resultado de la muerte de papá; y que a partir de ese episodio, muchas realidades se construyeron con base a mis sueños; pero como a la mayoría, me llegaron los años, las responsabilidades, la rutina, las etiquetas, las formas y muchas más circunstancias que nos alejan de lo que en esencia somos.
Por miedo, por comodidad, por no saber decir que “no”, por aceptar, por quedarme callado, por creer que esta vez no mentirían, no robarían, o no traicionarían; por creer, por amor, por lealtad y por amistad; por la búsqueda de las emociones que llenaran esos vacíos tan dolorosos.
Porque al final, solo somos resultado de un todo en donde los sueños… se abandonan de manera natural, ante el Tsunami de una vida vertiginosa y ruidosa.
Alguna vez alguien me preguntó sobre mis temores; y respondí que mi más grande miedo era a “no tener más ganas” y “no querer más”, por lo que, sin darme cuenta; mi miedo se había convertido en una real pesadilla, envuelta de una fuerte depresión, y el conjunto de muchas crisis que me llevaron al punto cero de mi ser.
El primer paso para Escribir mi Sueño, ha sido la aceptación y el reconocimiento. Es saberme humano, frágil, imperfecto, confiado y en mil pedazos. Es extrañar al que bailaba, pintaba, cantaba, escribía, creaba y producía; es extrañar el por qué de cada momento; es extrañar esa chispa y ese fuego en el alma que me hacía aventarme osadamente a la conquista de un sueño. Es abrazarme, perdonarme y darme verdad por sobre todas las cosas.
“Escribe tu sueño”, decía; y mi corazón no sabía por dónde empezar; son tantos pedazos que la reconstrucción parecía muy lejana. Soy honesto como nunca, abro mi alma, mi mente, decido y me refugio en esa chispa que amenazaba con apagarse.
Me abrazo en gratitud.
Estoy listo para escribir mi sueño.
… continuará.
Gracias Padre.
*Headmaster de Inteligencia EDUCA, escritor y papá de Azul.
Estoy volando, literal en un avión a alguna parte del mundo, en un inesperado viaje, en medio de la turbulencia que ha tenido mi vida los últimos meses.
Cuéntale tus planes a Dios y se muere risa; la mayoría de las veces queremos tener el control de todo, porque justo ese ruido de la rutina y cotidianidad, nos aleja de lo que somos y de lo que hay más allá de nosotros y de nuestro alcance.
Queremos que todo tenga una lógica, que todo tenga una explicación, que sumar dos más dos, nos de siempre cuatro, y no dejamos un solo espacio para la oportunidad de una nueva realidad, o porque no decirlo, no dejamos espacio para escuchar a nuestra y darle la voz en el nombre Dios.
No sabría exactamente por donde comenzar, pero quizá este momento, este instante, sea el punto cero del resto de mi vida, un momento frágil, de total realidad, de muchas ganas de tener ganas y gritarle al universo que aquí estoy para continuar.
Pero quemar las naves, nunca ha sido fácil, no debe serlo en general para nadie. Tenemos esos momentos de valentía, pero dar el paso siempre es un reto; siempre es ese rincón de dudas en el que te encuentras solo ante el mundo, solo frente a ti.
Y en este honesto instante, me acepto como un sobreviviente, aquel Eduardo que un día salió en busca de su sueño, y su vida fue tan llena de todo, que todo terminó por convertirse en nada; un Eduardo que está sanando cada uno de sus pedacitos, que los abraza y mientras los une, se perdona, perdona, y se libera.
Un Eduardo que tuvo que cruzar mil mares para poder abrazarse y decirse “aquí estoy” , un Eduardo que invita a sus 7 Eduardos a la reunión más importante de sus vidas. La que no tiene máscaras, la que no busca quedar bien, la que no hace lo políticamente correcto, la reunión con la verdad.
Cada persona llega a nuestras vidas, con un propósito, y causalmente siempre buscamos tener la razón cuando las cosas no salen bien… pero, ¿no sería más fácil asumir nuestra responsabilidad en todo lo que sucede con nuestro día a día? , ¿no sería más sencillo reconocer que nos equivocamos?, ¿no sería más liberador dar las gracias por lo vivido y desear que siempre suceda lo mejor?, no nos haría más felices cargar sin tanto equipaje?.
Estoy a unos días de culminar el 2023; y estoy tan emocionado del futuro 24, que trabajo con total verdad para dejarle a este año, mi gratitud, mi silencio, mi duelo, mis lágrimas, mis muchos pensamientos negativos, mis palabras y acciones en las que lastimé; quiero dejar aquí, la gran depresión personal de 27 meses, en que la oscuridad se había convertido en mi hogar. Quiero decir gracias.
Quiero llegar al 24 con la claridad que nunca he tenido, y para hacerlo, hay que soltar; hay que desabrazar los apegos, las falsas amistades, los perversos valores y las mezquinas actitudes.
Hay que amar al YO.
Soy Eduardo Carreón Muñoz, y por primera vez, solo quiero ser ese Eduardo, a secas, sin títulos, sin premios, sin reconocimientos, un Eduardo, que para escribir su sueño, tuvo que tocar las profundidades abismales de su alma, conocer frente a frente a sus propios demonios, abrazarlos, y hacer una tregua honesta con la vida.
No quiero justificar más nada, no quiero, me niego a conquistar el futuro arrastrando los propios vicios de un pasado radical; ya no quiero vivir al extremo, ni al límite, no quiero perder más mientras busco o espero algo. Quiero ir tras mi sueño con responsabilidad.
Irónicamente estos dos años tan complejos, la vida me dio algo maravilloso. Conocí un amor; un amor genuino que me esperaba también. Un amor de esos que solo se entienden en una mirada, un amor que sin decir palabras, te dice todo; un amor que soñé desde siempre, un amor que me llevó a la pista a bailar su vals en medio de las muchas crisis que como hombre y papá cargaba; un amor que no reprochó, un amor que se vive en libertad , que me regala la dicha de ser testigo y que me toma de la mano para seguir. Un amor que es Azul y transparente, es mi amada hija de 16 años, que descubre el mundo de su juventud en mi vertiginosa realidad. Esto es tan real que ni lo creo.
El vuelo parecía interminable, pero realmente fue breve; el aterrizaje fue tan de golpe que sacudió todo.
Estoy en tierra firme; en este punto cero, para escribir mi sueño, de la mano de mi primera conquista, la propia.
Gracias Padre.
Aquí y Ahora.
18 de diciembre de 2023
Aeropuerto Internacional José María Córdova.
Medellín, Colombia